Mientras siga
trayéndome la aurora
el color de tu
piel, dulce María,
seguiré deshojando
el nuevo día
y esperando el
amor, hora tras hora.
A pesar que la
culpa me devora
por comer de la
fruta que no es mía,
es tan grande el
deseo que en mí aflora
que prefiero el
pecado a la agonía.
Cuando llegue la
noche por ventura
espero amarte amor
espero amarte,
aunque pierda con
ello mi cordura.
¡Oh mi diosa!,
quisiera recordarte,
que es muy duro
vivir con la tortura
de fingir, y hasta
a veces ignorarte.
Hermoso soneto.
ResponderEliminarUn saludo.