La flagelación.
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Allí está con la espalda ensangrentada
el que ofreció su amor y compañía,
es la burla, procaz y prolongada,
de sayones que aplauden su agonía.
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La corona de espinas lacerada
aumentará el dolor más todavía .
Perdónales Señor, con voz cortada,
comenta con efímera energía.
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Allí está perdonando la tortura
incluso de la mano que lo azota
y que agrieta su piel santa y devota.
.
A veces su dolor pasa factura,
y es que, cuando me acuerdo del pecado
yo también creo haberle flagelado..
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