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Meditando frente a una escultura
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Esa quietud solemne en su morada.
Esa quietud, sin miedo e indiferente,
es de un pasado vivo en el presente,
de un mundo que mantiene su trazada.
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Allí esta, con la boca bien cerrada
y con el peso amargo de su muerte;
temeroso a sus pies, también inerte,
el tema que la obliga a estar callada.
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A saber cuanto sol ha consumido
desde que el mármol fue la Asignatura,
en el ronco gritar de lo que ha sido.
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El tiempo es oro mientras este dura.
"Mejor perder que nunca haber tenido",
le digo a la quietud de la escultura.
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Fotografía y poema : Ramón Bonachí.
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